Cosa, sustancia, esencia, sentido pleno; categorías puestas en juego y en jaque en ocasión de la imagen, en particular, de la pintura. Estética y semiótica lo tematizan desde ángulos diferentes, ambas con tradiciones de estudio y metodologías propias. A través de determinadas posiciones que en el texto se examinan, es posible arribar a la apertura de los «juegos del lenguaje». No sin antes haber evaluado las propuestas de una dialéctica a dos términos en sí insuficiente pero densa de sugerencias que preludian el desplegado ritmo de un dinamismo triádico, el único capaz de implementar perspectivas interpretativas. Filosofía y semiótica, en complementariedad recíproca, a partir de la disolución de los conceptos de objeto y sujeto heredados de la modernidad, pueden y deben rebasar la rectificación que los caracteriza a fin de considerar, una vez más, lo que es en realidad, mundo, valor, también en su no total coincidencia con el lenguaje.
Fundamentalmente, se trata de reflotar una noción de subjetividad requerida, por el operar artístico y la decisión ética, noción condenada a la abstracción si no logra conjugar el difícil ejercicio de la racionalidad con ineludibles marcas de finitud y contingencia.
Es sólo la inmersión de las formas de la vida donde cabe pensarlo, cuya heterogeneidad, legalizada por reglas nunca externas, promete un ansiado pluralismo certificado ejemplarmente por la extraordinaria diversidad de las acciones y producciones humanas. En primer término, las del arte.