Las palabras que encontramos en estos relatos son la prueba fehaciente de su poder transformador, de su invaluable
capacidad para trocar dolor por belleza, derrota por esperanza. Recorrer las páginas de este libro es adentrarse en el escenario cotidiano de aquellos seres que, con sus manos, mueven el mundo. Escenario marcado a fuego por penurias de todo tipo: hambre, despojo, explotación y desempleo, espaldas diezmadas y brazos doloridos. La fábrica, la gran boca que mastica sin descanso. La casa y sus quehaceres, grillete de la mujer trabajadora.
(...)
Te pido Dios, si existes me comprendas por sentir tanta bronca por sentir tanta rabia es que tanto te nombran por acá.
Te pido Dios, si existes que vengas así como dicen que andas solo, enorme y sin nada.