El mapa de la violencia latinoamericana es muy variado y, en las últimas décadas, las muertes anunciadas, por lo general, se esconden.

Solo salen a la luz cuando se registran hechos aberrantes, como el de los estudiantes de Ayotzinapa, pese a que en algunos países se ha incrementado -a veces con marcada tendencia racista- como en Brasil. Es muy probable que la vuelta de los adoradores del mercado, la consiguiente regresión de la ciudadanía real y el aumento de descartables por efecto de la exclusión social en esos proyectos de sociedad de concentración de la riqueza, potencie la conflictividad y la tentación de ensavar controles violentos y letales. Los modelos de sociedad excluyente ya no se ocupan tanto de matar por medio de sus policías autonomizadas: lo hacen fomentando las contradicciones y conflictos entre los propios excluidos. Logran así que se maten entre ellos, lo que les resulta funcional en extremo, pues la conflictividad interna les impide tomar consciencia y coaligarse; es decir, les neutraliza toda acción política de conjunto.

América Latina vive un genocidio por goteo.

La violencia institucional latinoamericana no es un fenómeno aislado, sino que se da en este marco de lesión al derecho humano al desarrollo progresivo. Si sumásemos todas esas muertes anticipadas y evitables, si cuantificásemos ese conjunto, veríamos espantados que la violación al derecho humano al desarrollo, fomentada hoy al extremo por el capital financiero transnacional, es la causa de un genocidio que en ocasiones deja de ser por goteo para pasar a ser directamente a chorros. Quizás haya que pensar en una investigación mucho más amplia, una suerte de survey, no sólo cuantitativo sino también cualitativo, acerca del fenómeno global del genocidio por goteo en curso en América latina. La Colección Criminología Crítica, que este libro inaugura, se propone formular al respecto, algunos aportes.